SÓLO HAY DOS COSAS REALMENTE SEGURAS
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SÓLO HAY DOS COSAS REALMENTE SEGURAS
SÓLO HAY DOS COSAS REALMENTE SEGURAS
En mi opinión, es bastante cierta esa mentira de que sólo hay dos cosas que son realmente seguras: nacer y morir.
Hay muchas otras cosas que se pueden dar por seguras también, como que comeremos, beberemos, dormiremos, defecaremos, etc., pero carecen de la rotundidad y la tremenda fuerza que tienen las otras dos.
Sabemos que nacimos, aunque no lo recordemos, así como sabemos –y no siempre lo queremos aceptar- que moriremos, que algún día seremos el protagonista de un hecho que congregará en nuestro alrededor a la gente que nos quiso; algunos de ellos llorarán y otros se comprometerán –y no siempre lo cumplirán- a recordarnos “para siempre”.
El día que la muerte se presente a reclamar nuestro cuerpo será ya tarde para hacer cualquier cosa que tengamos pendiente.
A veces, en ese temor a relacionarnos con el hecho inevitable de nuestra propia muerte, conlleva que no nos paremos a dedicarla a la vida la atención que merece.
Muchas veces dejamos que los días se vayan vacíos de nosotros, porque no hemos dedicado el tiempo necesario a reflexionar sobre qué queremos poner en ellos.
Demasiadas veces se nos olvida que durante la mayoría del tiempo podemos poner en nuestra vida lo que queremos. Claro que para poder hacerlo primero tenemos que saber qué es lo que RELEMENTE queremos. Y, claro, para saberlo es necesario pararse a preguntárselo o tener conectada todo el día una alerta que nos avise de cuándo hay algo que nos satisface y cuándo hay algo que nos desagrada.
Tal vez no sea necesario llegar al extremo de la propuesta que se hacía a diario Steve Jobs: “si hoy fuese el último día de mi vida… ¿querría hacer lo que voy a hacer? Si la respuesta era NO demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo”. O tal vez sí sea necesario llegar a ese extremo y no conformarse sólo con mirar de refilón y de vez en cuando nuestra vida y conformarnos con la débil queja de “tengo que cambiar”.
He escrito varias veces acerca del Tiempo de los Arrepentimientos y de que estoy prevenido y convencido desde los 13 años de que me va a llegar; por ese motivo he procurado tener la vida más consciente posible -dentro de las limitaciones que tiene esto de ser Humano- y he procurado no tener muchas cosas de las que arrepentirme. A pesar de ello, el día que escribo esto tengo 66 años y tengo muchas cosas de las que arrepentirme. Creo que esta innegable aproximación al momento de mi muerte y la dolorosa constancia de que ya no podré hacer muchas cosas de las que aparecen entre mis auto-reclamaciones me hacen sentirme mal. O muy mal.
No hay que tener temor a enfrentarse a esta incuestionable realidad de que la muerte nos llegará. Para mí, hablar de muerte es hablar de vida. De la vida que es actual y que aún estoy a tiempo de vivir de otro modo, con otros objetivos, sin algunos condicionamientos, más libre o más audaz o más intensamente o haciendo otras cosas o más feliz. Cada uno es autónomo para decidir y cada uno es responsable de qué hacer con esas decisiones.
Alguien me habló de un ejercicio interesante que se puede hacer. Se necesita un bolígrafo y varios folios. Y valentía. Y sinceridad. Y Amor Propio. Y disponer de tiempo para hacerse una pregunta y darse respuestas. Si tuviese 10 vidas… ¿qué haría en cada una de ellas? Responder puede requerir horas o varios días, así que conviene conseguir que se mantenga presente, activa, y que esté abierta a la sinceridad del corazón cuando responda, porque se trata de hacer en esas vidas lo que REALMENTE uno siente que quiere. La mente y el ego aliados propondrían respuestas relacionadas con el éxito, la fama, el dinero, u otros asuntos materiales. En cambio, desde el corazón contestaría nuestro Niño Libre Interno, o saldrían nuestros deseos más reales, lo que de verdad satisface al Ser.
Tal vez no podamos realizar esos 10 deseos, y seguro que no podremos vivir las 10 vidas en una, pero sí que será útil para saber lo que de verdad queremos, que es algo que a menudo queda relegado por las obligaciones y las responsabilidades o por los compromisos.
Si uno escribe “poeta”, tal vez no pueda dedicar toda su vida a la poesía, o dedicarse profesionalmente a ello, pero sí que puede sacar de donde sea unos minutos cada día, o más tiempo los fines de semana, para vivir esa vida que está sin vivir, para poder desarrollar ese deseo oculto y relegado, eso a lo cual no podrá consagrar esta vida porque las circunstancias le han llevado por otros caminos. Es muy posible que sentirse poeta aunque sea por unos minutos compense y calme a la frustración de no poder serlo a tiempo completo. Durante ese tiempo, uno se sentirá poeta y habrá encontrado otra satisfacción que añadir a su vida. Lo que has leído es sólo un ejemplo. Cada uno escribirá 10 cosas que serán distintas de las de otras personas, y algunas tal vez sean imposibles, pero otras pueden despertar de su letargo y pueden vivirse parcialmente –que siempre es mejor que nada-.
La vida, esta irrepetible e irrecuperable vida nuestra, requiere de toda nuestra atención EN ESTE MOMENTO, antes de que sea demasiado tarde, antes de que las cosas se conviertan en imposibles, antes de que sigamos añadiendo motivos por los que arrepentirnos.
La muerte es menos incómoda cuando uno ha tenido una vida en la que ha podido ir realizando sus sueños y cumpliendo sus ilusiones. Eso de dar contenido a la vida tiene que ser ahora. Eso de abrazar y abrazarse tiene que ser ahora. Eso de ser feliz tiene que ser ahora. Eso de amar tiene que ser ahora.
Ya nos previno algún sabio: “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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En mi opinión, es bastante cierta esa mentira de que sólo hay dos cosas que son realmente seguras: nacer y morir.
Hay muchas otras cosas que se pueden dar por seguras también, como que comeremos, beberemos, dormiremos, defecaremos, etc., pero carecen de la rotundidad y la tremenda fuerza que tienen las otras dos.
Sabemos que nacimos, aunque no lo recordemos, así como sabemos –y no siempre lo queremos aceptar- que moriremos, que algún día seremos el protagonista de un hecho que congregará en nuestro alrededor a la gente que nos quiso; algunos de ellos llorarán y otros se comprometerán –y no siempre lo cumplirán- a recordarnos “para siempre”.
El día que la muerte se presente a reclamar nuestro cuerpo será ya tarde para hacer cualquier cosa que tengamos pendiente.
A veces, en ese temor a relacionarnos con el hecho inevitable de nuestra propia muerte, conlleva que no nos paremos a dedicarla a la vida la atención que merece.
Muchas veces dejamos que los días se vayan vacíos de nosotros, porque no hemos dedicado el tiempo necesario a reflexionar sobre qué queremos poner en ellos.
Demasiadas veces se nos olvida que durante la mayoría del tiempo podemos poner en nuestra vida lo que queremos. Claro que para poder hacerlo primero tenemos que saber qué es lo que RELEMENTE queremos. Y, claro, para saberlo es necesario pararse a preguntárselo o tener conectada todo el día una alerta que nos avise de cuándo hay algo que nos satisface y cuándo hay algo que nos desagrada.
Tal vez no sea necesario llegar al extremo de la propuesta que se hacía a diario Steve Jobs: “si hoy fuese el último día de mi vida… ¿querría hacer lo que voy a hacer? Si la respuesta era NO demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo”. O tal vez sí sea necesario llegar a ese extremo y no conformarse sólo con mirar de refilón y de vez en cuando nuestra vida y conformarnos con la débil queja de “tengo que cambiar”.
He escrito varias veces acerca del Tiempo de los Arrepentimientos y de que estoy prevenido y convencido desde los 13 años de que me va a llegar; por ese motivo he procurado tener la vida más consciente posible -dentro de las limitaciones que tiene esto de ser Humano- y he procurado no tener muchas cosas de las que arrepentirme. A pesar de ello, el día que escribo esto tengo 66 años y tengo muchas cosas de las que arrepentirme. Creo que esta innegable aproximación al momento de mi muerte y la dolorosa constancia de que ya no podré hacer muchas cosas de las que aparecen entre mis auto-reclamaciones me hacen sentirme mal. O muy mal.
No hay que tener temor a enfrentarse a esta incuestionable realidad de que la muerte nos llegará. Para mí, hablar de muerte es hablar de vida. De la vida que es actual y que aún estoy a tiempo de vivir de otro modo, con otros objetivos, sin algunos condicionamientos, más libre o más audaz o más intensamente o haciendo otras cosas o más feliz. Cada uno es autónomo para decidir y cada uno es responsable de qué hacer con esas decisiones.
Alguien me habló de un ejercicio interesante que se puede hacer. Se necesita un bolígrafo y varios folios. Y valentía. Y sinceridad. Y Amor Propio. Y disponer de tiempo para hacerse una pregunta y darse respuestas. Si tuviese 10 vidas… ¿qué haría en cada una de ellas? Responder puede requerir horas o varios días, así que conviene conseguir que se mantenga presente, activa, y que esté abierta a la sinceridad del corazón cuando responda, porque se trata de hacer en esas vidas lo que REALMENTE uno siente que quiere. La mente y el ego aliados propondrían respuestas relacionadas con el éxito, la fama, el dinero, u otros asuntos materiales. En cambio, desde el corazón contestaría nuestro Niño Libre Interno, o saldrían nuestros deseos más reales, lo que de verdad satisface al Ser.
Tal vez no podamos realizar esos 10 deseos, y seguro que no podremos vivir las 10 vidas en una, pero sí que será útil para saber lo que de verdad queremos, que es algo que a menudo queda relegado por las obligaciones y las responsabilidades o por los compromisos.
Si uno escribe “poeta”, tal vez no pueda dedicar toda su vida a la poesía, o dedicarse profesionalmente a ello, pero sí que puede sacar de donde sea unos minutos cada día, o más tiempo los fines de semana, para vivir esa vida que está sin vivir, para poder desarrollar ese deseo oculto y relegado, eso a lo cual no podrá consagrar esta vida porque las circunstancias le han llevado por otros caminos. Es muy posible que sentirse poeta aunque sea por unos minutos compense y calme a la frustración de no poder serlo a tiempo completo. Durante ese tiempo, uno se sentirá poeta y habrá encontrado otra satisfacción que añadir a su vida. Lo que has leído es sólo un ejemplo. Cada uno escribirá 10 cosas que serán distintas de las de otras personas, y algunas tal vez sean imposibles, pero otras pueden despertar de su letargo y pueden vivirse parcialmente –que siempre es mejor que nada-.
La vida, esta irrepetible e irrecuperable vida nuestra, requiere de toda nuestra atención EN ESTE MOMENTO, antes de que sea demasiado tarde, antes de que las cosas se conviertan en imposibles, antes de que sigamos añadiendo motivos por los que arrepentirnos.
La muerte es menos incómoda cuando uno ha tenido una vida en la que ha podido ir realizando sus sueños y cumpliendo sus ilusiones. Eso de dar contenido a la vida tiene que ser ahora. Eso de abrazar y abrazarse tiene que ser ahora. Eso de ser feliz tiene que ser ahora. Eso de amar tiene que ser ahora.
Ya nos previno algún sabio: “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”
Te dejo con tus reflexiones…
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Fecha de inscripción : 17/06/2016
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