EL QUE NO ES AGRADECIDO NO ES BIEN NACIDO.
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EL QUE NO ES AGRADECIDO NO ES BIEN NACIDO.
EL QUE NO ES AGRADECIDO NO ES BIEN NACIDO.
En mi opinión, esta frase del título, que la repetía mi padre a menudo y de él la aprendí, refleja con la sabiduría de los refranes el tema del agradecimiento, que es una de esas cosas que no siempre manejamos con acierto.
¿Qué decimos cuando decimos gracias? Esta es una de las palabras más polivalentes que conozco. Con ella no sólo agradecemos de algún modo algo que han hecho por nosotros y que merece un reconocimiento y aprecio por nuestra parte, sino que también –o por lo menos así lo puede parecer- le estamos ofreciendo nuestro deseo de que reciba y disfrute de todos los parabienes, todos los favores y bondades, porque la palabra gracias también se convierte en una especie de bendición.
Si somos capaces de trasmitir el sentimiento en la palabra, quien la reciba se sentirá reconocido y reconfortado. Lo agradecerá tal vez con una sonrisa. Si se dice sin alma, sólo como cumplimiento de una normativa educacional, al otro “por un oído le entra y por el otro le sale”. En ese caso es una palabra inútil. Cuando se dice se tiene que decir de verdad, que todo el cuerpo la diga.
Parece que todos hemos pasado en alguna ocasión por la experiencia de esforzarnos en hacer algo por otra persona y no haber recibido a cambio ni siquiera el mínimo agradecimiento. Nos hemos malacostumbrado a que no se tenga en cuenta y no se valore lo que hacemos por los otros y también nos hemos malacostumbrado a no agradecer porque pensamos que lo que hace es una “obligación” del otro, y no agradecemos a quien nos prepara una rica comida, a quien nos plancha la ropa o a quien se interesa por nosotros. Es un error no agradecer a los familiares y amigos, a los empleados, a los dependientes de los comercios, a cualquier persona que hace algo por nosotros incluso aunque sea su trabajo o su obligación.
Tampoco nos damos las gracias a nosotros mismos cada vez que hacemos algo bueno o algo bien. Y esto es una grave desconsideración y una muestra de ingratitud. La relación con uno mismo ha de ser amorosa, profunda, sincera, plena y cordial. (¡Qué bello el significado de la palabra cordial: que tiene virtud para fortalecer el corazón!) Una relación que no contenga como mínimo esos ingredientes necesita ser revisada y mejorada.
Se llega a decir gracias hasta sin que haya detrás una buena intención y sin ser conscientes de lo que se dice; incluso la decimos sin agradecimiento real. La gratitud, en cambio, es otra cosa: conlleva amabilidad, reconocimiento, incluso una impresión de deuda, y también bienestar y un sentimiento real. La gratitud conlleva humildad y amor, y es más duradera en el tiempo que el sencillo “gracias” que parece que se extingue cuando ya se ha dicho; es la demostración de la riqueza que uno tiene en su corazón. Es un contacto de alma a alma.
La gratitud produce paz. Uno tiene la sensación de hacer lo correcto y de obrar con justicia. Es mejor que no sea una gratitud silenciosa, sino que se le exprese a la persona merecedora… o no será de utilidad para nadie. Decía William Arthur Ward que “sentir gratitud y no expresarla es como envolver un regalo y no entregarlo”. La gratitud requiere que se le dedique el tiempo que se merece, que se haga bien. Hacerlo bien marca una diferencia en nuestra vida. No expresarla y convertirla en un secreto mudo es un desperdicio. “Nada es más honorable que un corazón agradecido”, dijo Séneca.
En el mundo esotérico se dice “mientras más agradecido seas más cosas que agradecer te llegarán”, y es fácil creer que esto sea así. Con las buenas acciones uno genera Dharma –resumiendo mucho, es el karma bueno- y es justo recibir si se da desinteresadamente.
”Si la única oración que dijiste en toda tu vida fue “gracias”, eso sería suficiente”. Es una afirmación del Teólogo Dominico Meister Eckhart.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
En mi opinión, esta frase del título, que la repetía mi padre a menudo y de él la aprendí, refleja con la sabiduría de los refranes el tema del agradecimiento, que es una de esas cosas que no siempre manejamos con acierto.
¿Qué decimos cuando decimos gracias? Esta es una de las palabras más polivalentes que conozco. Con ella no sólo agradecemos de algún modo algo que han hecho por nosotros y que merece un reconocimiento y aprecio por nuestra parte, sino que también –o por lo menos así lo puede parecer- le estamos ofreciendo nuestro deseo de que reciba y disfrute de todos los parabienes, todos los favores y bondades, porque la palabra gracias también se convierte en una especie de bendición.
Si somos capaces de trasmitir el sentimiento en la palabra, quien la reciba se sentirá reconocido y reconfortado. Lo agradecerá tal vez con una sonrisa. Si se dice sin alma, sólo como cumplimiento de una normativa educacional, al otro “por un oído le entra y por el otro le sale”. En ese caso es una palabra inútil. Cuando se dice se tiene que decir de verdad, que todo el cuerpo la diga.
Parece que todos hemos pasado en alguna ocasión por la experiencia de esforzarnos en hacer algo por otra persona y no haber recibido a cambio ni siquiera el mínimo agradecimiento. Nos hemos malacostumbrado a que no se tenga en cuenta y no se valore lo que hacemos por los otros y también nos hemos malacostumbrado a no agradecer porque pensamos que lo que hace es una “obligación” del otro, y no agradecemos a quien nos prepara una rica comida, a quien nos plancha la ropa o a quien se interesa por nosotros. Es un error no agradecer a los familiares y amigos, a los empleados, a los dependientes de los comercios, a cualquier persona que hace algo por nosotros incluso aunque sea su trabajo o su obligación.
Tampoco nos damos las gracias a nosotros mismos cada vez que hacemos algo bueno o algo bien. Y esto es una grave desconsideración y una muestra de ingratitud. La relación con uno mismo ha de ser amorosa, profunda, sincera, plena y cordial. (¡Qué bello el significado de la palabra cordial: que tiene virtud para fortalecer el corazón!) Una relación que no contenga como mínimo esos ingredientes necesita ser revisada y mejorada.
Se llega a decir gracias hasta sin que haya detrás una buena intención y sin ser conscientes de lo que se dice; incluso la decimos sin agradecimiento real. La gratitud, en cambio, es otra cosa: conlleva amabilidad, reconocimiento, incluso una impresión de deuda, y también bienestar y un sentimiento real. La gratitud conlleva humildad y amor, y es más duradera en el tiempo que el sencillo “gracias” que parece que se extingue cuando ya se ha dicho; es la demostración de la riqueza que uno tiene en su corazón. Es un contacto de alma a alma.
La gratitud produce paz. Uno tiene la sensación de hacer lo correcto y de obrar con justicia. Es mejor que no sea una gratitud silenciosa, sino que se le exprese a la persona merecedora… o no será de utilidad para nadie. Decía William Arthur Ward que “sentir gratitud y no expresarla es como envolver un regalo y no entregarlo”. La gratitud requiere que se le dedique el tiempo que se merece, que se haga bien. Hacerlo bien marca una diferencia en nuestra vida. No expresarla y convertirla en un secreto mudo es un desperdicio. “Nada es más honorable que un corazón agradecido”, dijo Séneca.
En el mundo esotérico se dice “mientras más agradecido seas más cosas que agradecer te llegarán”, y es fácil creer que esto sea así. Con las buenas acciones uno genera Dharma –resumiendo mucho, es el karma bueno- y es justo recibir si se da desinteresadamente.
”Si la única oración que dijiste en toda tu vida fue “gracias”, eso sería suficiente”. Es una afirmación del Teólogo Dominico Meister Eckhart.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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francisco de Sales- Mensajes : 569
Fecha de inscripción : 17/06/2016
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